domingo, 23 de noviembre de 2008

Psicoanálisis y Neurociencia: ¿a la espera de una nueva revolución?


Quien más, quien menos, conoce de sobra la crítica a la carencia de rigor científico por parte del Psicoanálisis. Desde los clásicos planteamientos verificacionistas hasta el falsacionismo popperiano, se produce un indisputado consenso en torno a la imposibilidad de incluir la teoría iniciada por Freud en el recinto de la Ciencia. Y, sin embargo, últimamente las cosas parecen estar cambiando. ¿Por qué? Porque la Neurociencia más puntera está a la búsqueda de sacar el máximo rendimiento posible al paradigma freudiano. En la última década, se están empezando a trazar los mapas cerebrales que puedan remitir a ciertos conceptos básicos psicoanalíticos como los de Superyo o Ello. Por no hablar de su aplicación al diseño de modelos computacionales y agentes artificiales. Testigo de lo primero son las aportaciones, desde el ámbito de la Neuropsicología, de autores como Solms o Turnbull (véase de ellos, por ejemplo, "The Brain and the Inner World", 2002). Testigo de lo segundo son los trabajos de autores de la Universidad de Viena (por ejemplo, Gruber) que, inspirándose en potentes nociones freudianas, están diseñando modelos computacionales de memoria episódica para agentes artificiales.
¿Estamos ante la antesala de una verdadera revolución, comparable, pongamos por caso, a la introducción de la teoría de los sistemas complejos en los años 50 del siglo pasado o a la emergencia de los estudios sobre Vida Artificial en los años 70, a partir de la teoría de algoritmos genéticos de Holland? O, por el contrario, se tratará de una simple moda, de un simple "bluff", más en la línea de los intentos hace décadas de aplicar la teoría de catástrofes prácticamente a todos los ámbitos. Independientemente de los frutos teóricos y prácticos que puedan perdurar de esta línea de investigación, defendemos en este artículo la necesidad de nuevas perspectivas como ésta, aún cuando las herramientas matemáticas no estén todavía lo suficientemente afinadas como para asegurar su consolidación y perdurabilidad.
Freud fue uno de los primeros autores en afirmar que nuestra vida mental opera de una manera inconsciente y que la conciencia es simplemente una propiedad de una parte de la mente. Muchos científicos cognitivos contemporáneos argumentan que la conciencia tiene una escasa importancia en nuestra vida mental y que muchas de nuestras operaciones mentales son realizadas sin necesidad de la conciencia. Por ejemplo, nosotros podemos recordar inconscientemente a través de la memoria implícita. A partir de 1923 la consciencia no será para Freud un principio fundamental organizador de la mente. Él atribuyó las propiedades asignadas previamente al sistema consciente y preconsciente, al "Ego". Pero sólo una pequeña porción de las actividades del "Ego" era consciente. Su propiedad funcional básica era más la inhibición que la conciencia. En terminología actual, la base del "Ego" sería el control ejecutivo sobre las funciones automáticas de la mente, o lo que Damasio llamaría el "yo autobiográfico". La memoria episódica, que, en definición de Schacter (1996), nos permite recuperar explícitamente las incidencias personales que definen nuestras vidas, es el elemento esencial del "yo autobiográfico". Andreas Gruber, de la Universidad de Viena, ha desarrollado en 2007 un modelo computacional de la memoria episódica, que toma en consideración algunos de los principales conceptos freudianos, en concreto, el de "Ello" y "Yo". Gruber modela la influencia de estímulos internos mediante variables como el nivel de energía, así como los niveles de "impulsos" y "emocionres básicas". Si hay un desequilibrio, los impulsos se ven afectados y pueden iniciar una conducta de búsqueda activa. La toma de decisiones en el bajo nivel es realizada en un módulo de pre-decisión que consta de los módulos de impulsos y emociones básicas. De algún modo, aquí quedaría reflejado el "Ello" de Freud. En cambio, las situaciones percibidas (el "Yo" freudiano) encontrarían cobijo en un módulo de decisión de alto nivel. Las emociones complejas interactuarían con la memoria episódica, buscando situaciones similares a la actual e incluyendo el aspecto emocional.
Es curioso cómo más de 80 años después, la Neurociencia y la Inteligencia Artificial están dirigiendo su mirada hacia el fundador del Psicoanálisis, reverenciado por haber introducido una ruptura esencial en el pensamiento de la humanidad pero, al mismo tiempo, acusado de haber encarnado una metodología acientífica. ¿Nos traerá este siglo una inesperada y fértil síntesis que sitúe definitivamente a uno de los paradigmas más rupturistas en la rigurosa senda de la ciencia?

domingo, 2 de noviembre de 2008

Dunlosky & Metcalfe: "Metacognition"


El libro que comentamos acaba de ser publicado en septiembre de 2008 por la editorial SAGE. Es el primer manual para estudiantes universitarios sobre metacognición y sus autores son dos de los más prestigiosos representantes de este campo. John Dunlosky es profesor en la Universidad de Kent y Janet Metcalfe es, sin duda, junto a Bjorg y Koriat, la autora más reconocida y activa en esta línea de investigación. Janet da clases de Psicología y Neurobiología en la Universidad de Columbia y dirige un laboratorio, el Janet Metcalfe Lab, en el que se están formando los psicólogos jóvenes más prometedores en la materia.
La obra se divide en una Introducción, un resumen histórico y tres secciones. La primera se titula "Basic Metacognitive Judgments" y ahonda en las ilusiones metacognitivas más relevantes, como los juicios de sensación de conocimiento (FOK), los juicios de aprendizaje, los juicios de confianza y los juicios basados en la fuente. Una segunda sección está dedicada a aplicaciones en las declaraciones realizadas por testigos en los tribunales de Justicia y en el ámbito de la educación y, para finalizar, una tercera sección que concierne al desarrollo de las capacidades metacognitivas a lo largo de la ontogenia de los individuos. En total, cerca de 300 páginas muy cuidadosamente editadas, con numerosos esquemas y de lectura muy agradable y didáctica. Destacamos cómo Dunlosky y Metcalfe emplean un sistema de cajas que actúan de recordatorio de las cuestiones principales y que sirven de gran ayuda a los alumnos. Por otro lado, y es digno de agradecer, no dejan de lado la remembranza histórica y van salpicando el texto con imágenes y referencias de los principales autores que han contribuido al desarrollo del área en las últimas tres décadas (Nelson, Flavell, Schneider, Jacoby...)
Una breve introducción, que da paso al capítulo primero, presenta al lector el modelo metacognitivo de Nelson y Narens. Este modelo define una interacción entre el nivel objeto y un número n de metaniveles, a través de un proceso de monitorización dirigido desde el nivel objeto hacia los metaniveles y mediante un proceso inverso de control.
En el capítulo segundo, se pergeña una historia acerca de los orígenes que se remonta desde el poeta Simónides hasta nuestros días, pasando por una extensa referencia al método introspectivo usado por los herederos de Wundt en la escuela de Würzburg. En los años 60 del siglo pasado, John Hart se planteó de una manera rigurosa investigar la validez del método introspectivo mientras que John Flavell inició la Escuela Metacognitiva de Psicología.
El capítulo tercero toma como referencia los estudios sobre metamemoria para introducir al estudiante en los tipos de medidas e interpretación de los datos más comunes en el área, dando paso al capítulo cuarto, en el cual, por fin, nos adentramos en el primer ejemplo clásico de juicios metacognitivos: los juicios de sensación de conocimiento (en inglés, FOK). Son aquellos juicios en los que el sujeto valora, después de haber estudiado o conocido un item, si conoce dicho elemento. Los análisis experimentales revelan que suele darse una sobreestimación del propio conocimiento en la mayoría de los individuos. De agradecer son las alusiones a las bases neurofisiológicas de este tipo de juicios así como las referencias a los métodos empleados por Lynn Reder y sus discípulos. Como sucede en todos los capítulos del libro, esta sección se cierra con una serie de cuestiones y de revisión de conceptos, de gran ayuda para el estudiante (el número es el apropiado y las preguntas son verdaderamente relevantes para calibrar el grado de asimilación producida).
Los juicios de aprendizaje o juicios (JOL) son abordados en el capítulo cinco y generan un verdadero rompecabezas para los estudiosos de la Educación. Consisten en juicios en los que el sujeto valora el grado de aprendizaje que se ha producido en alguna actividad de estudio. Normalmente suelen sobreestimarse y de ahí surgen problemas tales como la cantidad de tiempo dedicada a repasar o la estructuración general del material lectivo. Factores influyentes en el aprendizaje, tales como la corrección inmediata o postergada de errores o el "feedback" continuo, dependen directamente de esta clase de juicios.
Los juicios de confianza ocupan el capítulo seis y un amplio comentario es dedicado por los autores a analizar las teorías sobre la confianza retrospectiva: por aquí pasan el enfoque heurístico de Tversky y Kahneman (1982) y perspectivas de tipo ecológico, destacando el modelo híbrido de Dougherty (2001).
Los juicios basados en la fuente (capítulo séptimo) implican recordar el origen de un recuerdo o de su contexto.
A partir del capítulo ocho encontramos las aplicaciones de la Metacognición, destacando su estudio para analizar el grado de confianza que han de merecer los testimonios presentados en Tribunales de Justicia. Por otro lado, en el ámbito de la Educación las aplicaciones son básicas, como puede apreciarse en el reciente artículo de Metcalfe y Son (2007).
La última parte de esta obra recensionada se dedica a exponer el desarrollo evolutivo de las capacidades metacognitivas, desde la infancia hasta la vejez. Destaca la crítica o, cuando menos, la introducción de matices, a las últimas contribuciones de Smith, Washburn y otros sobre metacognición en animales. Frente a estos autores, Janet, que es la responsable directa de esta parte del libro, cree que todavía no se puede hablar de la confirmación del descubrimiento de verdaderas capacidades metacognitivas en animales superiores.
Ésta es una monografía universitaria y, como bien se ha resaltado por parte de la editorial, es única en su género. Su lectura ha de ser obligada para cualquier estudiante que desee adentrarse en este fascinante tópico y para cualquier estudioso que quiera encontrar una visión compendiada y unitaria, por fin, de un área a menudo excesivamente fragmentada en múltiples subáreas y publicaciones.