Dedicamos la entrada de este mes a glosar alguna de las contribuciones de uno de los gigantes vivos de la Neurociencia, Vernon Mountcastle que, a sus casi 96 años, es un coloso del estudio del cerebro como lo pueda ser un Sherrington. Mountcastle desafió el localizacionismo postulando que el cerebro es un sistema distribuido que sirve a una función distribuida. O, dicho de otro modo y por ejemplo, no hay nada intrínsecamente sensorial en el córtex sensorial, algo que no hay que confundir con la idea de equipotencialidad de Lashley (1949).
La unidad básica operativa en el neocórtex es la organización en columnas. Esto ya fue entrevisto por von Economo y por Lorente de Nó, pero fue Mountcastle (1957) quien inició el estudio de la conectividad cortical intrínseca y extrínseca. Y es que las unidades básicas de la corteza son minicolumnas constituidas por la migración de neuronas desde el epitelio germinal del tubo neuronal a lo largo de las células gliales radiales. Una columna cortical es una unidad de procesamiento complejo distribuido. Es curioso cómo las columnas activas se aíslan funcionalmente de sus vecinas, en un mecanismo llamado "inhibición pericolumnar". Esta inhibición tiende a limitar la expansión lateral de la actividad de los conjuntos de columnas más fuertemente activados por los estímulos locales. Sin embargo, las funciones complejas ejecutadas por estas unidades no están localizadas en alguna de sus partes. Residen en la propia actividad dinámica de tales unidades. Esto explica el porqué las lesiones locales no destruyen totalmente el funcionamiento del sistema sino que más bien lo van degradando.